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FabFest23. Primera mitad: llegada al Himalaya y semana de reto en Phuensoling

29 diciembre, 2023

Dan una descripción detallada del viaje Antonio Gordillo Guerrero y Ana Chacón Chamorro, asistentes al evento. En esta entrada, cuentan desde Cáceres, a Delhi, a Thimphu, a Phuensholing para participar en reto “Aluminium waste, gracefully braced”., y de vuelta a Thimphu a pasar el resto del festival.

Semanas previas al evento:

Vamos a uno de los países más inaccesibles del mundo. Solo llegan a él vuelos desde 6 aeropuertos por lo que hay que llegar a uno de ellos, coger el equipaje y volver a facturarlo hacia Bután. El aeropuerto más asequible es el de Delhi, por lo que necesitamos visado para la India y para Bután. El de Bután lo gestiona la organización del congreso y tarda semanas en llegar, el de la India se obtiene fácilmente después de rellenar varios formularios para describirte a tí y a tus antepasados con bastante detalle.

Para moverte en Bután se necesitan permisos de ruta, que gestiona también la organización del congreso. Tenemos ciertos problemas con los permisos de Ana, pero se resuelven gracias a la ayuda del equipo del FablabCST. Llevamos comidas típicas españolas para agradecer sus esfuerzos y compartir un poco de energía mediterránea: magdalenas, pastel de almendras, chicharrones, queso, chorizo, lomo y jamón. Llevaba sitio en la maleta. Además, llevo componentes electrónicos de impresoras 3D rotas para contribuir al desarrollo de la BrailleRap, y sensores de variables corporales que me había pedido Diwas, un alumno del CST en Phuensholing.

Día 1: Madrid-Delhi (14/7 al 15/7)

Salimos de Cáceres por la tarde, para hacer noche en un poco hospitalario hotel de Madrid, cerca del aeropuerto y sin nadie en la recepción. Todo pequeño, automático, impersonal y ruidoso.

Despertamos a las pocas horas, dejamos el coche en el parking de larga estancia del aeropuerto y tomamos vuelo a Munich a las 7h desde la Terminal 4. De Munich a Abu Dhabi. Y de Abu Dhabi a Delhi, donde llegamos a las 2h de la madrugada. Vuelo tranquilo. Desierto y mar sobre todo. Vemos nieve blanca sobre las montañas en un interminable desierto amarillo y marrón, sobre Irán o Irak. Horas sin ver un solo árbol… Al llegar a la India no se ve nada, es noche cerrada y solo vemos las luces de la enorme ciudad de Delhi, capital del país, con más de 16 millones de habitantes.

Día 2: Delhi – Thimphu (16/7)

Llegamos a Delhi de madrugada y tras salir del aeropuerto sin cobertura ni rupias, pero con calor, cogemos uno de los muchos taxis posibles para llegar al hotel que tenemos reservado. Tenemos que negociar con el intermediario del taxista y dar propinas a unos y otros. No nos gusta, pero estamos en la India. El conductor nos lleva por sitios que nos dan miedo. Entra por un callejón que afortunadamente no es el de nuestro hotel. Sale marcha atrás. Huele tan mal que hasta el conductor sube la ventanilla. En la puerta del hotel, gente durmiendo en la calle.

Tras una noche en un hotel no muy recomendable en Delhi, con música electrónica india sonando de fondo, tomamos un desayuno típico (huevos revueltos, yogur y patatas con salsa de curry) y volvemos a coger un taxi para ir al aeropuerto. Las normas de conducir europeas no se aplican allí. No importa mucho ir en sentido contrario en una autovía de cuatro carriles, siempre que toques la bocina y lleves las luces de emergencia. Vacas, carros, niños en bici, charcos y obras, entre caminos y autopistas de 6 carrilles.

Pasamos el molesto control del aeropuerto en la India, donde son muy estrictos con las cosas permitidas en bodega o abordo. Nada de baterías portátiles en bodega. Y nada de mecheros, ni en bodega ni abordo.

Tomamos vuelo a Paro y nos preparamos para uno de los recorridos más hermosos del mundo. Si hay suerte veremos el Everest y varios ochomiles. No la hubo, pero tuvimos un vuelo tranquilo y la aproximación y el aterrizaje fueron suaves. En ese aeropuerto solo unos pocos pilotos del mundo pueden aterrizar. Ves las montañas verdes muy cerca de las alas, atravesando nubes.

Legamos a Paro y en el mismo aeropuerto nos espera una estupenda recepción por asistir al FabFest. Nos regalan y colocan a cada uno una suave estola blanca bordada con plegarias y buenos deseos y, siendo más mundanos, una tarjeta SIM con datos móviles y la aplicación pagar en las tiendas desde el teléfono móvil.

Tomamos dos autocares, uno de ellos hay que empujarlo para que arranque, y viajamos hasta Thimphu durante una hora (30 kilómetros) por una carretera estrecha, llena de curvas, con adelantamientos impensables en Europa. Llegamos a la capital del país, situada a 2300 metros de altura y rodeada de imponentes montañas, verdes y nubosas, con un gran Buda dorado sentado sobre uno de los montes de alrededor. El clima es bueno y no noto el mal de alturas, aún.

Por fin conocemos en persona a la mayoría del equipo de nuestro reto. Prometen ser encantadores y eficaces. Tenemos una pequeña jornada de presentación y de deseos de buena suerte, a cargo de la Fab Foundation, y nos despedimos todos los equipos hasta dentro de una semana.

Dormimos en un sencillo hotel (Hotel Reaso) que nos costea la organización del evento. La organización paga el transporte, alojamiento y manutención de los participantes en los retos.

Día 3: Thimphu – Phuensholing (17/7)

Desayunamos en el hotel y nada más tomar un té tengo que ir al baño a vomitarlo. El mal de alturas está aquí, por lo que parece. Bebo agua abundante siguiendo los consejos de Leyla, nuestra amiga colombiana, y tomamos el autocar para afrontar el viaje a Phuensholing, donde se desarrollará el reto “Aluminium waste, gracefully braced”. Son solo 140km… Me extraña que el Google Map pone que se tardan 4 horas…

¡Menudo viaje! Me senté en primera fila anticipando que me marearía, como sucedió… El viaje duró más de 7 horas, contando con paradas para comer, vomitar, ver las cascadas, pasar los puntos de control… Fue el viaje por carretera más peligroso y hermoso que hayamos hecho nunca.

Hacía pocos días había habido grandes lluvias que provocaron decenas de desprendimientos de tierras en todo el trayecto. La carretera, como muchas en Bhutan, no está continuamente asfaltada por lo que tiene zonas con mucho barro. El trayecto, como dífícilmente podría ser de otra manera, transcurre por el desfiladero de un río. Está continuamente flanqueado por precipicios afilados por lo que es muy fácil que grandes rocas o masas de barro se desprendan sobre el camino. Vimos decenas de desprendimientos recientes. En más de cinco de ellos el conductor pasó mirando con temor las grandes rocas a punto de desprenderse… Imaginaos. Tardamos poco en apodar a nuestro conductor “Superman”.

Detrás de una curva había una roca más grande que una mesa de salón con un ciervo muerto detrás, que estaba siendo comido por uno de los miles de perros callejeros del país. Qué sensación óptica y olfativa inolvidable. La carretera completa es un espectáculo sobrecogedor. La jungla arriba, verde y blanca; el río bravo debajo, solo blanco; enormes rocas, grises o naranjas, muy cerca nuestra. Decenas de cascadas. Una de ellas, mayor que un edificio de 10 plantas, cae encima de uno de los carriles de la carretera e irremediablemente moja a los vehículos. Allí hacemos una conveniente parada. Las nubes suben desde abajo del precipicio y parecen humo de fuegos que no existen. Detrás de cualquier curva, personas reparando la carretera con sombreros triangulares bajo la lluvia, despedazando piedras con martillo y cincel. La obra de construcción de un nuevo puente parece un esqueleto gigante saliendo de la niebla a cada lado del desfiladero. Viven allí sus obreros, en mitad de la jungla nubosa, en pequeñas casas de madera. Un camino que hace valorar el esfuerzo humano constante para mejorar las vías de comunicación.

Obras de construcción del “Puente en la niebla”.

Paramos a comer en un restaurante familiar que vendía los productos cultivados por la cooperativa local: arroz rojo, cúrcuma, semillas de sésamo, de mostaza, cardamomo, té… Descubrimos que estamos en un país en el que se come muy bien. Comida picante, pero nutritiva, digestiva, sana y muy sabrosa. Es muy habitual ser vegetariano por lo que dan gran importancia a las salsas, mezclas de verduras, lácteos y especias.

Llegamos a Phuensholing alrededor de las 19h y vamos directamente a nuestro hotel, el Tashi Namgay Grand Resort, muy cerca del College of Science and Technology, donde trabajaremos estos días. Nos quedamos en uno de los mejores hoteles de Phuensholing, con piscina, palmeras, gimnasio… Cosas que casi no usaremos. Al llegar al hotel, nos esperan los compañeros del FablabCST y el presidente del CST, que nos dan la bienvenida con otra preciosa estola blanca y un polo con nuestro nombre bordado, hecho por los estudiantes. Conocemos al resto del equipo del reto, del que una parte es personal del FablabCST, auspiciado por la Agencia de Cooperación Internacional Japonesa, y otra parte se ha unido al reto desde Japón e India. Entre ellos están una fisioterapeuta y una terapeuta ocupacional, que serán claves en este reto.

Es impresionante el equipo que formó la organización de evento. Muy multidisciplinar, mezclando gente con experiencia con estudiantes dinámicos. Ya es momento de presentarlos adecuadamente.

  • Enrico Bassi, italiano, coordinador del programa FabCare, investigador en ENEA y OpenDotLab, Italia.
  • Leyla Yunis, colombiana, coordinadora del Maker Institute, en República Checa.
  • Ondrej Kyjanek, checo, ingeniero de software y robótica en Maker Institute.
  • Alberto Blanco, mexicano, diseñador industrial en Fablab Puebla, México.
  • Adriana Cabrera, columbiana, diseñadora industrial. Investigadora en FabLab Kamp-Lintfort, Alemania.
  • Saad Chinoy, hindú, fundador de SalvageGarden y Assistive Tech Makerspace, Singapur.
  • Suhas Labade, hindú, coordinador del Vigyan Ashram Fablab, India .
  • Jorge Montalvo, colombiano, ingeniero mecánico trabajando en el fablab de la NewYork University en Abu Dhabi.
  • Evelyn Giraldo, colombiana, gestora de innovación, trabajando en Dubai.
  • Koji Yamada, japonés, experto en cooperación internacional, profesor y coordinador del FablabCST.
  • Masato Takemura, japonés, investigador en FablabCST, FabLab Hamamatsu / TAKE-SPACE.
    Sonoko Hayashi, japonesa, fisioterapeuta, directora del FabLab Shinagawa.
  • Nagomi Tanabe, japonesa, terapeuta ocupacional, cooperante internacional en Bután.
    Tomoaki Watanabe, japonés, experto en investigación en cooperación internacional en la JICA y profesor en GLOCOM, Japón.
  • Karma Kelzang, butanésa, profesora de ingeniería de eléctrica y de las telecomunicaciones en el College of Science and Technology (CST), Bhutan.
  • Diwas Pradhan, butanés, estudiante de ingeniería de eléctrica y de las telecomunicaciones en CST.
  • Sonam Loday Cheynor, butanés, estudiante de ingeniería de eléctrica y de las telecomunicaciones en CST.
    Gyembo Tshering, butanés, estudiante de ingeniería de eléctrica y de las telecomunicaciones en CST. Neeraj Nepal, butanés, estudiante de ingeniería de eléctrica y de las telecomunicaciones en CST. Que se ganó el apodo de “Laser Man”. Tenzin Loden, butanés, estudiante de ingeniería civil en CST.
  • Nidup Dorji, butanés, estudiante de ingeniería civil en CST.
  • Dechen Gyelmo Dorji, butanesa, estudiante de económicas en College of Bussines Studies (CBS).
  • Chimi Wangmo, butanesa, estudiante de económicas en CBS.

Además, durante todos los días del reto, contamos con la presencia y asistencia del Presidente del CST, Dr. Cheki Dorji; amable, hospitalario y gran trabajador por su comunidad.

Después de una cena ligera rompemos el hielo con un karaoke, como no podía ser de otra manera en Asia. Divertida forma de conocerse. Nos tocó cantar “La Macarena”, como buenos españoles: exito asegurado.

Día 4: Phuensholing (18/7)

Tomamos un buen desayuno en el hotel y partimos hacia la Sonamgang Primary School, donde conoceremos al alumnado con necesidades educativas especiales al que hemos venido a ayudar.

Llegamos al centro, donde nos reciben el director y una de las profesoras, junto con alumnos y sus madres. Nos presentamos y nos dividimos por grupos para tratar de conocer cada uno de los casos. La experiencia es complicada, no solo por la gravedad de las distintas patologías que sufre cada persona, si no por la dificultad de comunicación. La variedad es enorme. Hay niñas que hablan inglés mejor que sus madres y pueden comunicarse perfectamente con nosotros. Hay otros que no pueden hablar por lo que deben ser sus madres quiénes nos describan la situación, utilizando como intérpretes a alumnos butaneses del CST, lo cual es incómodo. Son situaciones difíciles en los que el personal de la escuela está haciendo lo mejor posible su trabajo de enseñanza.

Paseamos por las instalaciones de la escuela y vemos el buen hacer de los profesores. Tienen aulas de tamaño reducido, para poder tener grupos menores de alumnos. Cuentan con recursos para interactuar lo mejor posible con los alumnos, incluyendo tablas de sensaciones, tablas de objetos y palabras en inglés y dzongkha, ayudas a la motricidad fina… Las instalaciones son básicas pero bien cuidadas. Después de las entrevistas y la visita nos juntamos brevemente para intercambiar sensaciones y comemos algo en la propia escuela.

Por la tarde nos llevan al centro de Phuensholing, donde damos un corto paseo. Visitamos tiendas de materiales eléctricos y herramientas (somos makers) y nos sorprendemos de los precios bajos de muchas cosas de marca, lo cual te hace dudar. Pasamos por tiendas de comestibles para comprar papel higiénico, que aquí tampoco es usual, y algunas chucherías exóticas. Vamos buscando un café expreso, lo cual es raro allí, pero no tenemos éxito. La única cafetería que hay no tiene electricidad durante el ratito que estamos por allí. Los cortes de luz son muy habituales en el país.

En lugar del café, paseamos por una plaza céntrica donde se sitúa un templo budista (Zangtopelri). El primero que vemos. Nos sorprende por su quietud. Está en un sitio céntrico, lleno de personas y ofrendas, comida, bebida, bellas estatuas, cilindros dorados giratorios; todo bellamente decorado y cuidado. Alrededor del templo, la vida cotidiana: tiendas de todo tipo con gente sonriente alrededor, la mayoría vestidos con trajes tradicionales.

Volvemos al hotel observando el sol ponerse sobre las colinas al otro lado del río, en la India. Noche de sueño complicado con la diferencia horaria y el estrés acumulado. Y ruidos desconocidos en el bosque de noche. La naturaleza salvaje nos rodea.

Día 5: Phuensholing (19/7)

Desde la mañana temprano vamos al CST, que será casi nuestra casa durante los siguientes tres días. Conocemos las instalaciones del FablabCST y al resto del equipo incluído en el reto.

El CST es un centro formativo donde los estudiantes viven durante todo el curso por lo que es como un pequeño pueblo en la ladera de una verde colina. Está justo antes de pasar un punto de control policial que deben atravesar todas las personas que lleguen desde la India, que se encuentra a escasos kilómetros. Nosotros debemos evitar entrar en la India, ya que nuestro visado butanés no permitiría volver a entrar otra vez al país.

Nuestro hotel está poco más 300m del CST aunque es una pronunciada cuesta. Nos llevan en autobús, ya que íbamos cargados de cosas y conocemos el CST. Es un centro amplio con varios edificios con viviendas de 3 o 4 plantas, zonas deportivas, edificaciones con funciones religiosas, y laboratorios de tipo nave industrial, sobre todo de ingeniería mecánica, eléctrica y de materiales. Las instalaciones del FablabCST están muy bien equipadas. Cuentan con todas las máquinas del inventario básico de un fablab, las tienen muy bien organizadas, listas para utilizarse. Cuentan con materiales suficientes para afrontar la fabricación de “casi cualquier cosa”.

Comenzamos la mañana con una pequeña explicación de cómo hacer un boceto técnico, a cargo de la profesora Sonoko Hayashiuna, a la que continúa la realización de bocetos por cada participante, tratando de sintetizar la idea de solución concreta. Después de la variedad de problemáticas que recabamos de la visita del día anterior, había ideas de sobra. Después de colgar todos los bocetos y agruparlos por temática, fue sencillo hacer varios grupos de acción.

Nos dividimos en:

– Un sistema de impresión de texto a Braille de bajo coste (BrailleRap), que ya teníamos en mente antes de llegar a Bhutan y para el que habíamos traído casi todas las piezas.

– Una plantilla a medida para un pie con desvío lateral severo. Para el que era imprescindible la experiencia del equipo japonés del Fablab Shinagawa con impresión 3D en materiales flexibles.

– Un músculo artificial para erección de espalda (soft-robotics); que lideró el equipo de Fabcare, con Adriana Cabrera y Jorge Montalvo.

– Varias piezas a medida, fabricadas en aluminio fundido, para mejorar un andador; donde fue fundamental la experiencia previa de Masato Takemura y los alumnos del CST. Además de los diseños a cargo del equipo indio.

– Un conjunto de tablas cortadas con láser para ayudar a aprender a escribir los símbolos del alfabeto dhzongka, con un solo trazo y sin huecos en las letras; del que me encargué personalmente y que resultó ser una forma estupenda de enseñar diseño vectorial con software libre (Inkscape) a los alumnos del CST. Además, alrededor de 30 tablas con distintos símbolos de estados de ánimo, lugares, etc. con palabras que los describan.

– Una mesa de señalización por símbolos para personas mudas, en la que también participé junto con Enrico Bassi, el equipo médico japonés y estudiantes del CST.

. Un curriculum formativo en tecnologías de fabricación digital enfocado en soluciones para la asistencia personal para profesores de enseñanzas primarias y medias. Donde hubo implicación de varias personas con amplia experiencia formativa en fablabs.

Así que manos a la obra. Comenzó el trabajo intenso con muy buen ambiente, partiendo del casi desconocimiento total entre nosotros. Yo comencé ayudando en la BrailleRap usando un código sencillo de Arduino para probar motores paso a paso y sus placas de drivers. De momento estaba esperando a que los expertos nos indicaran qué símbolos realizar en los dispositivos de asistencia a la comunicación y escritura.

Fuera del laboratorio, clima subtropical, con 30 grados y muchísima humedad; dentro del lab, aire acondicionado y un poco de frío. Suele pasar. Comimos en una sencilla cantina del CST comida típica. Buffet libre; elige lo que quieras entre arroz, verduras, legumbres, sopa, un plato de carne y otro de pescado. Algo picante, que se rebaja estupendamente con arroz y verdura fresca. El desayuno a media mañana nos lo ponían en el fablabCST y consistía en dumplings o frituras de queso con salsa muy picante o ketchup. Es importante decir que durante los días del reto, habíamos llevado unos pocos de productos comestibles típicos de nuestros países. Yo llevé dulces y embutidos, pero hubo quien se llevó café de Colombia que fue un disfrute cada día.

Pasamos un buen día hasta bien entrada la tarde. Cenamos en el hotel con sensación de mucho más por hacer.

Día 6: Phuensholing (20/7)

Otro día de trabajo intenso desde temprano en el FablabCST. Los proyectos evolucionan pero hay cuestiones que solucionar en cada uno y tenemos cierta sensación de agobio. Al final de la tarde nos llevaron a otro edificio del CST donde nos obsequiaron con una sesión de música y bailes tradicionales. Bailamos todos en corro, o al menos lo intentamos, y pudimos probarnos sus trajes tradicionales, el gho para los hombres, el kira para las mujeres. Hermosos y funcionales.

Cenamos en abundancia en el CST y volvimos al fablab después de la cena. Ese día dejé el fablab a las 23h y seguían fundiendo aluminio, cortando con láser, cosiendo… El ambiente estaba lleno de humos tóxicos y era buen momento de acabar el día y recapitular en el hotel. Llegamos unos pocos al hotel con sensación de no saber muy bien qué dirección tomar en cada proyecto y con algunas dudas en el equipo.

Día 7: Phuensholing (21/7)

Amanecemos en el hotel en un día de fiesta nacional en el país, . El Presidente del CST, Dr. Cheki Dorji, y miembro muy activo de la comunidad budista local nos ha organizado una visita al templo de su comunidad. Nos trasladan en autobus a un pico cercano, por una carretera estrecha que se convierte en un camino de barro complicado. Nuestro autobús puede con todo.

Nos cuenta el Presidente que el templo tiene poco más de 20 años y que ha sido construido únicamente con el esfuerzo de la comunidad. Nos hacemos la idea de la dificultad de abrir el camino en la jungla, hacer un claro así y acarrear los materiales para construir los edificios actuales. Sin ayuda económica externa. El día de la celebración llegamos a un templo lleno de feligreses rezando y celebrando su día santo. El templo es sencillo y hermoso. Repleto de ofrendas y bellas pinturas. Hay riqueza de sonidos al unísono. Los tambores monótonos se mezclan de golpe con el tintineo infinito de cien campanas y el sonido ronco de largas flautas hechas con fémures humano; para ellos es un honor que parte de un cuerpo acabe así. Nos obsequian con un te con galletas saladas y nos permiten sentarnos en el templo durante la celebración y hacer fotos. Como occidentales, solo estar sentados en el suelo 5 minutos sin apoyar la espalda es doloroso. Ellos estarán así varias horas. Disfrutamos de las vistas en los alrededores del templo y admiramos la obra hecha.

Parece que la visita al templo nos da suerte. Cuando volvemos al FablabCST el trabajo nos resulta muy provechoso y los proyectos avanzan muy bien ese día. El día se pasa volando y ¡ya es el último día! Pasamos un día de trabajo intenso, en el que además asisten algunos de los niños con necesidades especiales para probar las soluciones desarrolladas. Son un éxito. Dejamos la mayoría de las cosas preparadas, empaquetadas y lista para darles un remate final temprano al día siguiente.

Nos vamos al hotel muy tarde y descansamos poco hasta el día siguiente, que aún quedan cosas por recoger y preparar.

Día 8: Phuensholing – Thimphu(22/7)

Despertamos temprano, dejamos las maletas casi preparadas en la habitación, tomamos un desayuno rápido y vamos al FablabCST a acabar de recoger todo. Se nos hace tarde y el personal del hotel acaba de recoger nuestras maletas y las colocan en la parte de arriba de nuestro autobus. Nos quedamos intranquilos por no haber revisado si olvidábamos algo.

Comenzamos el viaje de vuelta a Thimphu, ya conocemos la carretera y lo que nos espera, pero nuestro querido presidente del CST nos acompaña a visitar otro templo que nos cae de camino. Este es un gran templo, llamado Sangye Migyur Ling Lhakhang, promovido por la comunidad budista en Hong Kong. Son varios edificios muy bien construidos, uno de ellos una torre de nueve plantas (Milarepa Tower), cada una de ellas un templo en sí misma. De frente, otro un gran templo de una planta de grandes dimensiones. Otros edificion cuentan con residencias para monjes, aulas y salas de reuniones. Antes de visitar el interior, el presidente nos pide que contribuyamos al templo sembrando una planta, que en el futuro contribuirá a hacerlo más bello. Así hacemos todos y sembramos una sencilla planta colgante que contribuirá a cubrir un muro junto a la carretera.

El templo-torre por dentro es inolvidable, además nos acompaña el Presidente de CST, un excelente guía que nos cuenta el significado de cada objeto del templo. Alrededor del amplio piso inferior se cuenta, en bellos dibujos desde el suelo hasta el techo, en todas las paredes y siguiendo un orden, cómo el gurú que construyó el templo, después de pasar por varios tipos de vida, llenos de preocupaciones, penas y luchas, descubrió la paz interior y construyó el templo original con sus propias manos. Cada piso de la torre, al que se llega por dos escaleras estrechas y empinadas, una para subir, otra para bajar, está dedicado a una encarnación de Budda y está repleto de preciosas estatuas y pinturas; el de la longevidad, el de la fortuna, el de la paz… Cada Budda está rodeado de ofrendas alimentarias y económicas y en varias plantas hay un gran Budda dorado con un gesto distinto, mirando por la ventana al río majestuoso. Nos dice que las estatuas de Budda suelen estar rellenas de rollos de papel con escrituras sagradas. Para ellos, las escrituras son también objeto de veneración. Nos imaginamos los grandes Buddas que vemos en el templo rellenos de papel, con un valor incalculable para estas personas.

A la salida de la torre nos invitan a un reconfortante té con galletas saladas, una botella de agua bien fresca ,y continuamos nuestro viaje. Dejamos atrás Phuensholing, el CST, sus templos, y su selva tropical. Infinidad de árboles finos de más de 20 metros al borde de precipicios, en un suelo verde, fértil y húmedo, donde es prácticamente imposible acceder, llena de aves y mariposas enormes, nunca antes vistas u oídas por mí. Apenas nos acercamos en estas jornadas a la selva, pero se siente alrededor.

Pasamos el punto de control para tomar la carretera (la llaman Highway…) y seguimos en camino en la niebla. Si nuestro anterior conductor se ganó el apodo de “Superman”, a este otro le apodamos “Spiderman” por su temeridad y rapidez en el camino. ¡Vaya forma de conducir! En más de una ocasión tuvo que parar en mitad del otro carril para evitar el choque frontal al hacer un mal adelantamiento. Y adelantaría como 100 veces… Como el viaje anterior, paramos a mitad del camino en un sencillo restaurante con vistas a la barrera verde, donde volvimos a degustar y comprar comidas típicas. En esta ocasión no sufrí mareo y llegamos a Thimphu en una lluviosa noche propia de la época de monzón en la que estábamos. Estábamos teniendo bastante suerte con la lluvia.

Siendo llevados por Spiderman con clima y adelantamientos tremendos.
Parada en mitad del camino entre Phuensholing y Thimphu. Naturaleza exhuberante y carteles de advertencia.

Malas y buenas noticias al llegar. Todas nuestras maletas habían llegado sanas y salvas, sin embargo el hotel que tenía reservado y había pagado… ¡No existía! Había sido estafado en AirBNB. Por suerte a la llegada a Thimphu había varios de los maravillosos estudiantes del CST que nos ayudaron, junto con un paciente taxista, a aclararnos con el supuesto dueño del hotel, que no poseía ningún hotel, y a buscar una alternativa. Rápidamente, encontramos un hotel más barato y mejor situado, en plena Plaza del Reloj, punto de referencia en la ciudad. En el hotel, llamado Tower Hotel, fueron muy amables, nos buscaron una buena habitación y nos invitaron a cenar. Contacté rápido con AirBNB que me devolvieron el dinero al día siguiente, junto con una pequeña compensación. Finalmente ahorré dinero y tuve un buen hotel gracias a la estafa. No hay mal que por bien no venga.

Acabamos aquí la primera mitad de nuestra crónica, puedes seguirla leyendo en la “Segunda mitad: Thimphu, festival, alegrías y vuelta a casa.”

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